El miércoles me vinieron a ver Agustín y Mara con sus hermanos y papás. Agustín, tal cual se lo ve: entrañablemente tierno y seguro. Su hermano Nicolás de 9 años cursa cuarto grado; le sobran rulos y simpatía. Sus padres: Sergio y Verónica; él, PyME de servicios informáticos; ella, área de contenidos web de la UBA.
¡CFK, qué chusma estás! Y sí, a mí me encanta saber qué hace la gente, en qué trabaja, qué le gusta.
Viven en Caballito. Sergio me cuenta que no participan en política, y que la primera vez fue para el acto del 25. Ya se sabe, tuvieron que volverse y Agustín se enojó. “En realidad (dice Sergio) el primer acto al que fui, fue al de la Fragata Libertad en Mar del Plata”. Lo miro sorprendida y continúa… “Estábamos de vacaciones y quise ir para ver cómo era eso del chori (textual) Fui solo. Me dio miedo llevar a la familia. Me puse una camiseta que repartían y me metí entre la gente… me di cuenta que los que estaban querían estar ahí.» Me gustó la sinceridad. Y más me gustó cuando me contó que después decidieron ir con toda la familia a la Plaza de Mayo el 25. Vida real para todas y todos.
Los papás de Mara son militantes: Ana y Juan. También trajeron a su otra hija, Carmela, una muñeca de 3 años. Mara, una pelirroja de película con pestañas imposibles. Ana es psicóloga y becaria del programa médicos comunitarios. También trabaja en equipos de salud del Movimiento Nacional Campesino Indígena. Juan trabaja en la Subsecretaria de Agricultura Familiar. Viven en Paso Viejo, Cruz del Eje, Córdoba. Allí, junto a otros compañeros compraron terreno colectivo y cada uno construyó su casa. Además tienen salón comunitario, fondo común para servicios y compras comunitarias. Me trajeron miel del monte, dulce de leche de cabra, licor de frutilla y néctar de durazno. Todo orgánico y artesanal.
Recorremos el despacho, Sergio se detiene frente a la foto de Horacito Pietragalla con Néstor y conmigo y el pañuelo de H.I.J.O.S. Le cuento la historia. Se le llenan los ojos de lágrimas. Ana sonríe, tiene a su madre desaparecida.
Les muestro el rincón de los chicos. ¿El qué? Una mesita que tengo al costado del escritorio donde pongo los dibujos que me mandan los nenes. Ahora también está el de Mara.
Dos familias tan distintas y tan iguales. ¿Qué cómo se puede ser igual y distinto al mismo tiempo? Simple, distintos porque nadie tiene la misma vida. Y eso es bueno. Iguales porque sí se puede construir una buena vida. Y eso es todavía mejor.