Enlace al original: http://www.nytimes.com/2016/11/09/opinion/donald-trumps-revolt.htm
9 de noviembre de 2016
El presidente Donald Trump. Cuatro palabras que eran impensables para decenas de millones de estadounidenses –y para gran parte del resto del mundo– se han convertido en el futuro de los Estados Unidos.
Tras despistar a las élites republicanas en las primarias, Trump hizo lo mismo con los demócratas en la elección general, repitiendo su movimiento de judo de usar en su contra el peso de un establishment complaciente. Su victoria es un golpe humillante para los medios de prensa, para los encuestadores y para la conducción demócrata dominada por Clinton.
Los candidatos aparecieron cabeza a cabeza en el voto popular, pero Trump superó a Hillary Clinton en el Colegio Electoral.
Así que, ¿quién es el hombre que será el XLV presidente?
Tras un año y medio de tuits erráticos y discursos confusos, no podemos estar seguros. No sabemos cómo desempeñará Trump funciones básicas del poder ejecutivo. No sabemos qué conflictos financieros pueda tener, porque nunca publicó sus declaraciones juradas de impuestos, rompiendo una tradición que llevaban ambos partidos por 40 años. No sabemos si tiene la capacidad de enfocarse en un tema y llegar a una conclusión racional. No sabemos si tiene la menor idea de lo que significa controlar el mayor arsenal nuclear del mundo.
Esto es lo que sí sabemos: Sabemos que Trump es el presidente electo menos preparado de la historia moderna. Sabemos que con sus palabras y acciones se ha demostrado incapacitado emocionalmente para conducir una nación diversa de 320 millones de personas. Sabemos que ha amenazado con procesar y encarcelar a sus opositores políticos, y ha dicho que limitaría la libertad de prensa. Sabemos que miente sin escrúpulos.
Ha dicho que pretende reducir impuestos para los ricos y eliminar la cobertura de salud Obamacare a decenas de millones de estadounidenses. Ha insultado mujeres y ha amenazado a los musulmanes e inmigrantes, y ha reclutado como aliados a una oscura combinación de racistas, supremacistas y antisemitas. Dada la importancia de la derecha alternativa en el surgimiento de Trump, quizás es tiempo de borrar lo de “alternativa”. David Duck celebró la victoria de Trump en la noche del martes tuiteando “¡¡¡Es tiempo de QUE NOS DEVUELVAN EEUU!!!”.
Cuando Trump puso la mirada más allá de nuestras fronteras dijo que rompería el acuerdo para evitar que Irán construya armas nucleares y que acabaría con el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Ha dicho que repudiaría el acuerdo de París sobre el cambio climático de diciembre pasado, abandonando por lo tanto el papel de liderazgo de los EEUU de cara a la mayor amenaza que enfrenta la humanidad en el largo plazo. También ha amenazado con abandonar a los aliados de la OTAN y empezar una guerra comercial con China.
Sabemos que, con los republicanos al mando de ambas cámaras del Congreso, Trump podría ser capaz de restablecer una mayoría de derecha al completar la Corte de Suprema con un nombramiento que los senadores republicanos han tenido de rehén por nueve meses.
Pronto los republicanos controlarán todos los poderes del Estado, además de la mayoría de las gobernaciones y legislaturas estaduales. No hay ningún contrapeso evidente para los impulsos de venganza de Trump. Otros dirigentes republicanos, incluyendo a su compañero de fórmula Mike Pence, han puesto mayormente excusas por su comportamiento más extremo.
Al desafiar todas las normas de la política estadounidense Trump primero dio vuelta el Partido Republicano y ahora al Partido Demócrata, que intentó una restauración clintoniana en un momento en que el país estaba impaciente por escapar del statu quo. La misoginia y el racismo tuvieron que ver en su ascenso, pero no menos que un feroz e incluso imprudente deseo de cambio.
Ese cambio acaba de poner a los Estados Unidos al borde del precipicio.