Las casas no son seguras. Las oficinas, tampoco. Una inofensiva cola de pre embarque puede transformarse en gritos, insultos y empujones. Una simple caminata por el barrio altera a la señora –minutos antes atenta a su tecito y masas finas–, ni bien te ve pasar. Te grita: corruptos y regresa feliz de haber cumplido su labor cívico-moral e imperturbable engulle lo que está sobre su mesa. Líneas internas de la grieta, digamos. Hay otro tipo de personajes que transitan ese pasadizo oscuro. Algunos incluso tienen llaves de las casas, a otras, las rompen. Otros tienen armas y tiran desde los edificios. Así, al boleo, encendidos en el odio. La Plaza de Mayo, esa que fue bombardeada, esa que fue celebración y alegría, pudo ser un jueves cualquiera, un lugar de detención.
La cotidianidad está sacudida, está en estado de temblor, de orfandad. En cierto sentido es un momento trágico pues se ha abierto en el corazón de la experiencia social una fisura. La confrontación se está llevando a cabo de diferentes modos. Nos asalta entonces la sospecha que ella no va a cesar. Un momento trágico supone una conciencia trágica que no puede detener la confrontación pero sí dar lugar al mismo tiempo a pensarse a sí misma y considerar las acciones argentinas de estos últimos meses, como objeto de reflexión y debate. Eso está ocurriendo. Muchos pensamos de ese modo. Homologamos confrontación con reflexión sabiendo que es una zona fronteriza, tensa, ambigua incluso. Jugamos en dos tableros. Ese juego que subraya con énfasis la contradicción y la ambigüedad como horizonte en el cual se actúa y se piensa coloca a la política en estado de problematización ineludible.
Pero hay dos hechos que nos colocan en el límite de estas afirmaciones: el intento de detener a Hebe de Bonafini la semana pasada por el partido judicial y el aislamiento carcelario decidido sobre Milagro Sala por Morales. El corazón de estas acciones están fundadas en la venganza. Son órdenes en los que se ha caído lo humano ya que todos tenemos derecho a obrar polémicamente, no servilmente. Estos dos textos expresan el máximo grado de servilismo y obediencia debida al poder político y económico duro. Estos gestos pertenecen a todas las épocas en las cuales la captura y el sometimiento de los cuerpos es un bien.
En este país el velo de la política se ha descorrido definitivamente. Ha surgido con el macrismo “una terrible fealdad”.
* Por Liliana Herrero, cantante. Entre sus últimos discos están Este tiempo e Igual a mi corazón.