septiembre 13, 2016
No es la competitividad, es la continuidad, estúpido
(Crónica de un prólogo)

 

En el infierno

El 25 de mayo del 2003, Néstor Kirchner asumía a la Presidencia de una Nación que atravesaba su peor crisis institucional, económica y social. La fragmentación política convivía, a duras penas, con extremos niveles de pobreza e indigencia. La industria era una especie en extinción. Una deuda externa agobiante y defaulteada, superior una vez y media a nuestro PBI, condicionaba la vida de los argentinos y pulverizaba sus esperanzas. Estos eran solo algunos de los signos de época.

Como no podía ser de otra manera, el sistema científico y tecnológico, junto a la educación argentina, estaban en uno de los peores momentos de la historia: los salarios de docentes e investigadores no solo no alcanzaba para llegar a fin de mes, sino que en muchos casos se pagaban con distintos bonos provinciales que fungían de monedas. Hasta eso había desaparecido en argentina: no teníamos moneda. La emigración fue la salida para miles de argentinos, altamente calificados, de todas las disciplinas.

En esa Argentina del 2003 sólo 738.952 hogares tenían acceso a internet, con sólo el 20% de banda ancha.

En INVAP apenas trabajaban 400 personas en distintas casas de la ciudad de Bariloche, adaptadas para poder dar los primeros pasos en la construcción de satélites de observación de la Tierra. Nahuelsat era el operador satelital nacional, DE CAPITALES PRIVADOS, con un satélite CONSTRUIDO EN EL EXTERIOR. La televisión abierta analógica, en el mejor de los casos, permitía sintonizar 4 canales, a lo sumo 5 subiendo al techo y re-orientando la antena, se podía recibir en la Ciudad de Buenos Aires uno más a costa de perder la sintonización de los 4 anteriores (canal 2 de La Plata). La televisión pública tenía tan sólo un canal, con una audiencia mínima y una programación con grandes oportunidades de mejora.

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La crisis del espacio. La decisión.

En el año 2006, la crisis de Nahuelsat llegó a poner en riesgo la Posición Orbital Geoestacionaria de 81° Oeste asignada a la Argentina por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), organismo dependiente de Naciones Unidas.

Para proteger este patrimonio nacional, Néstor Kirchner con mirada estratégica y la fuerte convicción de apostar por la industria nacional –en este caso de altísimo valor agregado- y la capacidad de los argentinos envía al Congreso de la Nación un proyecto de ley. Se trataba, nada más ni nada menos que de la Ley de creación de Arsat, la empresa de soluciones satelitales del Estado Nacional. La misión de Arsat era, no sólo proteger las dos posiciones orbitales que tenía asignadas nuestro país: La 81° Oeste (sin utilizar) y la 72° Oeste donde el satélite Nahuel-1 llegaba al fin de su vida útil. Arsat, además tenía que hacerlo con SATELITES DISEÑADOS Y FABRICADOS EN ARGENTINA, apostando fuertemente a las capacidades de INVAP.

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Los resultados.

En el año 2010, luego de la adopción de la norma japonesa de televisión digital ISDB-T por parte de Argentina, junto con la mayor parte de la región latinoamericana, comenzó el despliegue de la Televisión Digital Abierta, también encomendado a Arsat.

La Televisión Digital Abierta (TDA) no fue encarada como una mera transición tecnológica, sino como una transformación de la televisión abierta. Los argentinos miramos más de 4 horas de televisión diaria en promedio y es una de las principales fuentes de información y entretenimiento, sobre todo de la población más vulnerable. El despliegue de la TDA, a cargo de Arsat, consistió en cubrir todo el territorio complementando la televisión abierta terrestre en los centros urbanos poblados más grandes con la televisión abierta satelital en aquellas localidades de escasas población y en el ámbito rural.  La televisión abierta, para ese entonces, ya tenía a canal Encuentro (creado por el Ministerio de Educación) y la Televisión Pública: una programación de primer nivel. Luego se sumaron nuevas señales públicas nacionales como Paka Paka, DeporTV, Incaa TV, TecTV, Acua Federal y Mayor a las que se sumaron nuevas señales impulsadas por la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual, privadas y públicas.

Con el Plan Argentina Conectada, lanzado en el 2011, Arsat desplego una red troncal de fibra óptica de 36 mil kilómetros con un objetivo: que el acceso de la banda ancha fuera homogéneo en toda la Argentina. Esta decisión de que el Estado garantice la conectividad de todos los argentinos le valió a nuestro país el Premio Mundial de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información del 2012. Premio otorgado por la UIT.

En el año 2014 aún recuerdo el día que inauguramos el Centro de Ensayo de Alta Tecnología S.A (CEATSA), empresa conjunta entre INVAP y Arsat con la capacidad de ensayar los satélites geoestacionarios para simular las condiciones que estos enfrentaran en el espacio. Esta nueva empresa consolidó la capacidad de nuestra naciente y pujante industria satelital, evitando tener que trasladar los satélites creados por Arsat a Europa o los Estados Unidos para ser ensayados antes de ser enviados a sus orbitas de operación. No sólo se ahorraba tiempo, costos y riesgo, sino que se lograba algo mucho más importante: disponer de capacidades tecnológicas y comerciales nuevas y PROPIAS. En síntesis: profundizar la soberanía tecnológica.

El 16 de octubre de 2014 y el 30 de septiembre de 2015 los satélites Arsat-1 y Arsat-2, diseñados y construidos por INVAP, fueron lanzados al espacio exitosamente y se ubicaron en las posiciones orbitales de 72° y 81° Oeste. El orgullo y la alegría que sentí en esos momentos es algo intransferible: los argentinos habíamos logrado ser el primer país de toda Latinoamérica en lograr este desarrollo tecnológico. Debo confesar que me hubiera gustado que él lo hubiera podido ver. Lo merecía más que nadie. En el 2006 cuando todavía estábamos en el infierno, y nadie apostaba una ficha por nosotros, él vio que podíamos llegar a realizar cosas que ni nosotros mismos imaginábamos. O ¿alguien creía en el año 2006 que 8 años más tarde íbamos a estar lanzando satélites al espacio creados por nosotros mismos?. Cumplimos con su sueño. Cumplimos con el objetivo trazado por la Ley de creación de Arsat (26.092) promulgada en 2006. Argentina con Arsat y su flota tiene la capacidad de ofrecer servicios en todo el continente Americano, desde Canadá a Tierra del Fuego, llegando incluso al continente Antártico.

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Para profundizar el proceso de consolidación de la industria satelital argentina se envió al Congreso Nacional el Plan Satelital Geoestacionario Argentino, que fue sancionado como Ley 27.208 de Desarrollo de la Industria Satelital.

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Este Plan tiene como objetivo ampliar los servicios de Arsat con nuevas posiciones orbitales ocupadas por más satélites fabricados en el país, buscar exportar plataformas satelitales a operadores de otras nacionalidades y mejorar la tecnología de los satélites así como su componente nacional, mediante la articulación con el Sistema Científico Tecnológico Nacional. El Plan también contiene claras directivas para enfocar el desarrollo satelital en cooperación con las iniciativas y esfuerzos de la región así como capitalizar las tecnologías dominadas a otras áreas del entramado industrial argentino.

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¿Cambiemos?

El 10 de diciembre de 2015, la Alianza Cambiemos asumió la responsabilidad de gobernar la Argentina, tras imponerse en el ballotage de noviembre por una mínima diferencia.

Mauricio Macri recibió un país muy distinto a aquel que tuviera que conducir Néstor Kirchner. La desocupación era de un dígito, la deuda con el FMI estaba cancelada y el país  había sido desendeudado en forma inédita, a punto tal que la deuda ya no era el condicionante de la economía argentina, como sí lo fue durante décadas. Estas, entre otras tantas variables macroeconómicas, mejoraron notablemente la vida de los argentinos.

 

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En síntesis: en materia satelital, la Alianza Cambiemos recibió un operador que pudo atravesar una fuerte tormenta gracias a la intervención del Estado, que con una inversión de más de USD500 millones hizo surgir la industria de desarrollo satelital de altísimo valor agregado y posicionó a Arsat e INVAP a nivel internacional, donde en los albores del proyecto auguraban un fracaso latinoamericano.

Además recibieron un plan de desarrollo aprobado por ley –la mejor forma de consolidar una política de estado- que ya no requería la inversión del tesoro nacional, sino que utilizaba los recursos generados por el operador recuperado que además sumaba el crédito que era capaz de conseguir.

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Cambiamos.

Desde que Mauricio Macri asumió el gobierno y la posibilidad de dirigir los destinos de Arsat, la ley 27.208 fue completamente ignorada y su primer paso, el Arsat 3, “inexplicablemente” demorado.

Las comillas que coloqué en el «inexplicablemente» del párrafo anterior tienen su orígen en que cuando estaba redactando éste prólogo, el periódico porteño Página 12 publica el 12 de septiembre del corriente año una nota de Fernando Krakowiak: “Lobby extranjero para barrer con Arsat”, revelando que el propio Ministerio de Comunicaciones, poseedor de las acciones de Arsat, comenzó a habilitar a satélites extranjeros para que brinden los mismos servicios en nuestro país que los que brindan los satélites Arsat 1 y 2.

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El neoliberalismo y la “falta de competitividad argentina”.

La lectura de la nota es altamente recomendable para entender como se bombardea la posibilidad de desarrollo de alta tecnología nacional. Pero además sirve para entender un problema estructural de la Argentina que el neoliberalismo ha vendido como “falta de competitividad argentina”, creando subjetividad social para la entrega. En efecto, siempre hemos escuchado, y en los tiempos que corren aún más, que la industria argentina no es lo suficientemente competitiva y que por lo tanto hay que “abrir” la economía. Lo cierto, en el caso de la industria satelital, es que la Argentina, en menos de diez años, fue capaz de diseñar, ejecutar y poner en órbita dos satelites geoestacionales de comunicación. Todo ello inmediatamente después de haber sufrido la crisis económica, social e institucional más grave de la que se tenga memoria. Sin embargo, quieren poner a competir a esta industria con la de aquellos paises que la vienen desarrollando desde, por lo menos, la segunda Guerra Mundial.

Si tenemos en cuenta que Argentina fue, en la década de los ’50, el primer país de latinoamerica en proyectar y ejecutar el primer avión a propulsión, y luego sobrevino el ostracismo industrial, es fácil entender que no es la falta de competitividad nuestro problema, sino la falta de continuidad de las políticas de industrialización, investigación y desarrollo por parte del Estado.

 

No es la competitividad, es la continuidad.
En materia satelital lo podemos ver claramente. Cuando el Estado intervino estableciendo como política el desarrollo de tecnología de punta e INVIRTIENDO recursos, pusimos dos satélites en órbita diseñados y construídos por argentinos. En este caso la “apertura” es sólo un eufemismo para abortar la soberanía satelital argentina y volver a la dependencia tecnológica.

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(*) Para el libro del ingeniero Matías Bianchi, ex titular de la empresa estatal ARSAT.
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