El Deutsche Bank al borde del precipicio, Gran Bretaña de salida de la Unión Europea y el FMI dice que está todo bien en una Argentina que apuesta todo a mercados internacionales con esos cimbronazos. Pronósticos oscuros para la economía mundial y para la Argentina. Cada vez que el Fondo dijo todo bien, el país se hundió. Pero el país anduvo cuando dijo que estaba todo mal. El Fondo es un buen medidor por la contraria. La historia reciente argentina lo tiene escrito en la piel. Cada vez que dijo todo bien, había ollas populares en la calle. Hace mucho que no se veían. Hubo muchas ollas caceroleras, pero no ollas populares. Aparecieron con la llegada de Mauricio Macri, cuando el Fondo se volvió a amigar.
Es al revés de lo que diga el FMI. Como este gobierno que es amigo del Fondo y al mismo tiempo dice que su mayor desafío es bajar la pobreza. Hay incongruencia. El Fondo le está pidiendo más ajuste (“cuidar las cuentas fiscales”) y este gobierno –que seguirá ajustando– dice al mismo tiempo que bajará la pobreza. En nueve meses de gestión aumentó ese índice en por lo menos cuatro puntos. Y a pesar de ese récord, la CGT tiene expectativas en que las políticas del FMI van a permitir la actualización de un salario que quedó más de diez puntos abajo de la carestía de la vida. La CGT tiene expectativas en un gobierno cuyos integrantes han dicho abiertamente que “con salarios altos Argentina pierde competitividad”. La CGT especula con que la proximidad de las elecciones obligará a la Rosada a hacer concesiones cuando lo único que este gobierno puede dar por propia iniciativa son migajas. No hay un solo punto en la ideología ni en las medidas económicas del PRO y los radicales que valore la capacidad adquisitiva del salario. Por el contrario, están abriendo todas las canillas para derrumbar un mercado interno que había logrado crecer con los gobiernos kirchneristas.
El recule de la CGT vuelve a enfocar la polémica en un proceso de unidad necesario pero que en ese camino, en vez de fortalecer, debilita. Es una discusión que repercutirá también en el proceso que empieza a transitar el peronismo. El Frente para la Victoria era una alianza del peronismo kirchnerista con sectores no peronistas próximos al kirchnerismo o directamente kirchneristas, y otros sectores no kirchneristas pero peronistas que avalaban ese proyecto, lo que abarcaba a la mayoría del peronismo. La dispersión que se produjo tras la derrota electoral obedeció al cambio de las reglas de juego que cimentaban esa alianza. Los sectores más kirchneristas no lo sienten así, pero evidentemente los demás no se sintieron suficientemente tomados en cuenta. La nueva alianza se recompondrá a partir de la relación de fuerzas que aporte cada sector, incluyendo a Cristina Kirchner. El macrismo está buscando quebrar al peronismo para sostener su modelo. El camino de la unidad peronista puede ser tentado por esa convocatoria de la coalición derechista o por un proyecto más a mediano plazo como volver a ser gobierno. Es una incongruencia que sectores del peronismo o del kirchnerismo que apoyaron con entusiasmo un modelo de inclusión, desarrollo del mercado interno y ampliación de derechos terminen por consolidar el modelo exactamente opuesto que plantea Cambiemos.
Argentina, país de incongruencias, como la del embajador Luis Juez, un ex progresista que ahora es aliado del gobierno conservador. Para ser más incongruente, el embajador argentino cuestionó la importante condecoración que recibió su ex presidenta Cristina Kirchner por parte de la Asamblea Legislativa de Ecuador. Por esa incongruencia de politiquero el embajador recibió una dura advertencia del gobierno ecuatoriano. Un embajador extranjero no puede operar con la derecha opositora en ese país para obstaculizar decisiones soberanas de la Asamblea Legislativa. “Creo –expresó Cristina Kirchner en su discurso en Ecuador– que la derecha conservadora y restauradora de los viejos privilegios y de esa América Latina mera exportadora de materias primas con millones de excluidos, intentó para mí un final similar al de Dilma. Estoy convencida que el objetivo era destituirme para que no pudiéramos terminar el periodo de gobierno y por lo tanto tener un relato mediático”. Y agregó: “Hay una creación del sentido común entre los medios de comunicación y sectores judiciales que persiguen y judicializan a los líderes de la región. Lo estamos viendo con lo que pasó en Brasil.”
Incongruencia o coherencia. Las palabras de la presidenta parecían una especie de crónica de lo que estaba sucediendo en el país. Para presionar a la Cámara Federal por la denuncia de Nisman contra Cristina Kirchner, Clarín resucitó esta semana una declaración –cuyo valor judicial ya había sido desestimado– realizada hace varios meses al ex jefe de los espías, Jaime Stiuso, un conspirador profesional. Le dedicó varios títulos tamaño catástrofe. Cuando la Cámara rechazó por segunda vez la denuncia de Nisman por falta de pruebas, Clarín le dedicó un recuadro microscópico. La Nación, que había impulsado la solicitada para descabezar al juez Daniel Rafecas, ignoró olímpicamente esa información que confirmaba la decisión del juez perseguido. La actitud de estos medios habla por sí sola: operaciones mediáticas y judiciales en cohabitación con Stiuso. En esa campaña participó Mario Cimadevilla. Dijo que “Rafecas no está capacitado para investigar al poder”, cuando Cimadevilla fue designado al frente de la Unidad AMIA por el gobierno, o sea el poder político encarnado por una fuerza que representa como ninguna al poder económico. Parece un chiste de Cimadevilla, puesto en ese lugar por el verdadero poder y partidario de cerrar la investigación del atentado contra la AMIA con un juicio en ausencia y a otra cosa mariposa.
Al revés, incongruente y también absurdo. Algunas causas judiciales tienen esas características. Por ejemplo el juez Claudio Bonadio mandó quemar los moisés que repartía en forma gratuita el plan Qunita. En nombre de la justicia, mandó destruir una herramienta que en muchos países hizo bajar el índice de mortalidad infantil que se acrecienta en gran medida por situaciones de colecho en familias humildes. Igual las mandó quemar: más interés en el escándalo anti k que calidad humana.
Absurdas son, por ejemplo, las causas por dólar a futuro o de Fútbol para todos, donde quedan incriminados los denunciantes y no los acusados. Los denunciantes representan al gobierno que decidió la devaluación e integrado por varios de los que especularon para beneficiarse con esa decisión que ellos tomaron. La distribución de la plata de Fútbol para todos le correspondía a la AFA y no al gobierno. Todas las causas por sobreprecio en obras públicas están presentadas por un gobierno cuyo presidente ha sido dueño o socio de dos de las tres constructoras más importantes de obras públicas a nivel nacional en los últimos cincuenta años. El que denuncia ese sistema es el empresario que más fortuna hizo con él, mucha más que cualquiera de los denunciados.
En su discurso en Ecuador, Cristina Kirchner introdujo en forma pública una pregunta que abrió la puerta a un debate importante: “¿Qué hemos hecho mal los que teníamos que hacer las cosas bien? No le podemos echar la culpa a la derecha que haga esas cosas porque eso es. Me parece que tenemos que analizar qué no hemos hecho nosotros para que pase esto”. En el proceso de desgaste de la alianza que sostuvo a los gobiernos kirchneristas se multiplicaron los intentos de dar respuestas, algunas contradictorias, a esa pregunta que no interpela solamente a la ex presidenta. No se planteó como un debate, sino más bien como cruce de facturas. Como Cristina Kirchner es la figura más convocante que tiene el peronismo, de la respuesta que se pueda sintetizar de ese interrogante en forma colectiva, dependerá en gran medida el proceso de recuperación del movimiento popular.