En los últimos doce años, la cultura argentina ha mostrado una transformación absoluta. A fines de los 90, se trataba de un sector pequeño en términos económicos, en crisis, notoriamente extranjerizado y en manos de pocas empresas que monopolizaban los contenidos, los valores, los símbolos que conformaban la identidad de la Patria.
Luego de tres ejercicios de nuestro gobierno, podemos decir que la cultura ha sufrido una transformación formidable. En términos económicos, la cultura no solo creció de manera acelerada –hoy aporta el 3 % del PBI nacional, generando 70 mil millones de pesos anuales, lo que equivale a la contribución, por ejemplo, de la minería–, sino que además se ha desarrollado.
Hoy hay una industria cultural nacional. Importante y sustentable. La fábrica de símbolos que constituye la cultura tiene una característica muy importante en términos de desarrollo: es valor agregado “intensiva”. Esto quiere decir que es la creatividad humana la que crea valor, y esto se verifica en la gran cantidad de creaciones artísticas y de calidad que se generan y consumen en nuestro país. La última encuesta nacional de consumos culturales permite vericar que algunas de las películas más vistas, muchos de los libros más leídos y la mayoría de los discos más escuchados son de origen nacional.
También en términos sociales la cultura se ha transformado. En la actualidad, es generadora de inclusión y equidad. El empleo cultural ha crecido más que el conjunto del empleo nacional, alcanzando casi el medio millón de puestos de trabajo. La infraestructura cultural se expandió como nunca en toda la historia argentina. Las 100 Casas del Bicentenario edificadas en todo el territorio nacional; la Casa Central de la Cultura Popular en la Villa 21-24 de Barracas; los museos del Bicentenario y de Malvinas, las
refacciones y reacondicionamiento de museos y salas, y la creación del más grande centro cultural de América Latina, el Centro Cultural Kirchner, muestran la construcción pública de miles de metros cuadrados para la producción y el disfrute artístico y cultural de todos los argentinos.
También la cultura es equidad. Los indicadores de consumo cultural muestran que todos los argentinos miran TV (99 %), todos escuchan música (97 %), casi el 90 % lee en algún formato (libros, revistas o pantallas) habitualmente. Esta masividad en el acceso a la cultura debe ir acompañada de diversidad, para poder elegir, para poder ejercer el pensamiento crítico, para garantizar la libertad de expresión. Por eso, el Estado Nacional
ha generado marcos regulatorios que garanticen la diversidad, por ejemplo, a través de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Además, se han impulsado programas que dirigen la inversión pública hacia la equidad en el acceso a la cultura. Programas como Argentina Conectada, Igualdad Cultural y Argentina Digital resuelven fuertes inequidades en el acceso a las nuevas tecnologías, permitiendo el pleno ejercicio del derecho a la cultura y la información. Gracias a esta inversión pública, hoy, todos los argentinos, en todo el país, pueden acceder a los contenidos culturales que ofrece el mundo digital a través de computadoras, fibra óptica, satélites nacionales y Televisión Digital Abierta.
Y también, en este período, la cultura generó soberanía. Nuestra identidad soberana se apoya en una cultura nacional que pueda crear y recrear su historia, valores, relatos y sentidos. Sin identidad nacional, no hay soberanía posible. En los últimos años, se registró un récord en la cantidad de películas argentinas estrenadas, un récord de espectadores de un film nacional (Relatos salvajes), un récord en la cantidad de ejemplares y títulos
de libros editados en el país, y un récord de espectadores de teatro.
Letras, músicas e imágenes de cultura argentina circularon entre nosotros como nunca antes. Argentina contada y escuchada por argentinos, más soberana que nunca.
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