Palabras de Cristina Fernández de Kirchner en la Universidad Arturo Jauretche. Florencio Varela, 10 de noviembre de 2016.
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¿Se escucha bien? ¿Están seguros que se escucha bien? ¡Más fuerte! Sí se escucha. Bueno, nada, quiero… ¿se siente? ¿se siente mucho? Yo siento mucho amor y cariño por todos ustedes, inmensa gratitud y también en esta tarde, en esta tarde aquí en Florencio Varela, con este emblemático edificio a mis espaldas, que tal vez muchos argentinos jóvenes no sepan pero esto lo conocí cuando era una joven de menos de veinte años y pasaba por esta avenida, la Calchaquí. Aquí funcionaban los laboratorios de YPF, de la YPF vieja, de la de antes de la privatización, inclusive de la de antes del golpe militar del 76. Tengo muchos años, es cierto, no debería decirlo.
Y la verdad que volver aquí, volver hoy aquí, había venido el 17 de noviembre del año 2010, no sé todavía ni cómo llegué pero llegué, y vinimos a entregar el edificio a la Universidad Nacional Arturo Jauretche, esta nueva universidad que permite a miles de jóvenes de Florencio Varela, de Berazategui, de Quilmes, del conurbano, ser tal vez la primera generación en su casa de universitarios, como me tocó ser a mí y a mi hermana en mi casa. Integrada por mi padre, mi madre, una tía y un abuelo, fuimos mi hermana y yo las primeras universitarias. Papá había tenido dos hermanos universitarios por su lado pero en casa fuimos nosotras las primeras.
Y la verdad que estar aquí es muy importante para mí, es muy importante… (concurrente: “volvé Cristina”) Miren, no se trata de una persona, se trata de un proyecto de país, se trata de las ilusiones y las esperanzas de millones de argentinos, y la verdad que estar hoy aquí presentando nada más ni nada menos que la carrera de economía en la UNAJ, hacerlo junto a quien fuera mi viceministro de Economía, Emmanuel González Agis, con la presencia también de otros compañeros, me llena de orgullo.
Y quise compartir con ellos y con ustedes las vivencias de una persona que tuvo la responsabilidad de conducir un proceso de inclusión social como no se recordaba en la República Argentina desde el primer peronismo, le guste a quien le guste, porque esto es en definitiva lo que queda, lo que puede palparse. Son los jóvenes que pudieron venir a la universidad, son los que tuvieron, los obreros, su primer trabajo en una fábrica.
Hoy no son momentos de alegría aquí en Florencio Varela. Siempre que veníamos con Néstor primero y cuando me tocó venir a mí después sin él, siempre veníamos con algo que provocaba alegría. Me acuerdo cuando inauguramos el Hospital del Cruce o cuando Néstor consiguió que Toyota se radicara aquí también en Florencio Varela. Los parques industriales, las viviendas, siempre veníamos en una Argentina que no paraba de crecer pero fundamentalmente también en una economía que crecía y permitía que ustedes también crecieran, porque la economía que crece desparramando gente para los costados y no incluye a la gente no se llama economía. No, no, es plan de explotación y de saqueo, nada más, que no me vengan con cuentos.
Y la verdad que venir hoy a Florencio Varela, venimos a inaugurar esta cátedra de Economía, y a pedirle a los hombres y mujeres que estudian en esta casa, a los que enseñan, que fundamentalmente se dediquen y logren formar argentinos y argentinas que puedan desentrañar las claves de lo que es un proceso económico en donde hay que articular los intereses de los trabajadores, de los empresarios, de los comerciantes, que además no son diferentes a los intereses del país. Algunos creen que a un país le puede ir bien y a los que viven adentro les va mal. No, si a los que viven adentro les va mal, al país también le está yendo mal.
Por eso, esas palabras de Néstor permanentes, que tienen que cerrar los números pero con la gente adentro, y la verdad, compatriotas, que estamos preocupados por lo que está pasando. Lo dije y lo reafirmo, no soy de las que creen que tanto peor, tanto mejor. No creo que para que nos vaya bien a nosotros les tenga que ir mal a otros. Nunca creí eso, nunca. Siempre pensé que es necesario superarse, mejorar, crecer. Siempre he creído que lo que es bueno debe ser mantenido, que las políticas públicas deben ser sostenidas en el tiempo para que finalmente la Argentina pueda ser competitiva.
Miren, les voy a dar un ejemplo para no aburrirlos. A menudo se nos dice, y hoy también escuchamos una vez más algo que en determinados sectores no somos competitivos, entonces la libre importación o se deja correr la suerte de esos sectores. Les doy un ejemplo, nosotros en el año 2003, cuando Néstor llegó, el país patas para arriba, y después durante mi segunda gestión pudimos poner satélites en órbita, el Arsat I y el Arsat II, construidos, diseñados en la República Argentina. Díganme si alguien en el año 2003, a ustedes o a nosotros mismos, nos hubieran dicho que los argentinos diez años después íbamos a desarrollar la industria satelital más importante de Latinoamérica, lo hubieran creído. Seguramente que no.
¿Qué era necesario entonces? Que esa industria incipiente que habíamos creado tenga protección. Sin embargo, abro los diarios y me entero que van a dejar entrar a competir con nuestros satélites a satélites de países que tienen una industria desarrollada y protegida desde hace décadas. Nunca argentinos vamos a tener entonces una industria competitiva, porque la competitividad se logra con la continuidad de las políticas públicas que apoyen a los sectores en donde hemos desarrollado tecnología y valor agregado. La competitividad es la continuidad de políticas que apoyen. Esto es lo que han hecho todos los países, y si no recordemos ese Japón cuando comenzó a producir autos, comparado la calidad de esos autos con los de la industria alemana o norteamericana. No, no valían nada. Sin embargo, producto de una inversión permanente, de un apoyo estatal permanente, cualquiera fuera el gobierno, se desarrolló una importante industria. Esta es la clave, no es tirar industrias y sectores por la ventana. Es identificar los problemas que tienen, es ver cómo se pueden mejorar y ayudar. Ese es el rol del Estado en el desarrollo industrial y de valor agregado de un país, porque eso genera trabajo, trabajo decente, bien remunerado. Y si hay trabajo decente y bien remunerado, hay consumo. Y si hay consumo, hay actividad. No hemos descubierto la pólvora, es la historia de la humanidad y de la economía.
Y si no, miren lo que está pasando en el mundo. Las economías se cierran, todas las sociedades les reclaman a sus gobernantes proteger su trabajo, proteger su producción. Y justo en el momento que todos están volviendo del neoliberalismo, cuando todos están viniendo porque se dieron cuenta que tienen que profundizar la protección, porque no puede seguir siendo el capital financiero el que maneje el mundo, nosotros… es como que fuéramos contra la corriente.
Alguien me gritó recién de ahí un refrán que yo dije el otro día de Ecuador, el burro hablando de orejas me dijiste, ¿no? Sí. Bueno, pero no importa. Lo importante, mis queridos amigos, compañeros, compatriotas, es que tengamos la cabeza abierta, que sepamos lo que pasa, pero no para resignarnos ni para quejarnos. No quiero ni resignados ni quejosos, quiero gente que trabaje en todos los frentes, en esta universidad, en los secundarios, en las fábricas, en los barrios, en los laboratorios, en todas partes porque esta es una gran batalla cultural que se va a dar y tenemos la memoria. No venimos a hablar ni a mentir de lo que vamos a hacer. Podemos ver lo que está construido, podemos ver lo que está hecho, podemos decirles a millones de argentinos con nosotros tuviste trabajo, podemos decirles a otros millones con nosotros te jubilaste, podemos decirles a otros con nosotros tuviste tu primera casa, podemos decirles a numerosos comerciantes y empresarios con nosotros abrieron su primer comercio, su primera empresa, tuvieron sus primeros trabajadores. Y decirles también a muchos otros que eran grandes que con nosotros fueron todavía más grandes porque protagonizamos el crecimiento económico más importante de las últimas décadas. No fueron veranos, no fueron dos veranos. Fueron doce años y medio de construcción. Fueron doce años… sos demasiado generoso, no, me dice no sé qué cosa de Evita. No, nene, por dios, qué Evita ni nada, olvidate.
Quiero decirles finalmente, en este atardecer… Yo también los amo, a todos, yo también los amo. Quiero decirles a todos, como lo dije allí adentro hace unos instantes. No es complicado, no es difícil, un solo ejercicio a todos los argentinos. Cómo estaba aquel 9 de diciembre cuando nos despedimos en la Plaza o cuando no nos despedimos porque no me podías ver más y te molestaba. Cómo estabas, y cómo estás ahora. Y que cada uno, mis queridos compatriotas saque sus propias conclusiones. Después, todo queda librado a una buena inteligencia y a una mejor memoria. Nada más, quiero agradecerles profundamente tanto cariño, los quiero mucho y nos vamos a ver, como siempre. Gracias a todos, muchas gracias.
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