Palabras de la Presidenta de la Nación en el acto de cierre del Congreso Nacional del Radicalismo Popular, en Parque Norte (CABA). Jueves 16 de Abril del 2015.
Muy buenas tardes a todos y a todas: cuando recién ingresaba en la puerta habían unos periodistas y creo que “Wado” me dice: “te quieren hacer una pregunta, antes de que ingreses”. Y la interrogante creo que era algo así como ¿qué pasa con esto que es la primera vez que una Presidenta o un Presidente va a un congreso de otro partido político, de otro espacio político? Quedé en contestarle cuando saliera, pero aprovecho para contestarle desde acá. Gracias por el tratamiento de Presidenta, pero yo no estoy acá como Presidenta de la República, yo estoy como la militante nacional y popular, que fui toda mi vida.
Cuando ustedes cantaban esa consigna era cuando Leopoldo me comentaba que era una consigna setentista. Sí claro, era de los años 70 y correspondía un dirigente también de la Coordinadora, no voy a nombrarlo, pero me acuerdo muy bien. Quiero, primero, antes de ingresar en todo esto que ha planteado esta convención, este encuentro, las impresiones personales, los sentimientos y los recuerdos que todos ustedes me removieron, como las imágenes también. Yo comentaba, cuando estaba hablando Alfonsín, en el video, que “eso es en el lanzamiento, en el cierre de campaña, en la Plaza de la República”.
Yo me acuerdo tan bien de ese discurso, ¿saben por qué? Porque estábamos con Néstor Kirchner, en Río Gallegos y ese mismo día y allí cerraba la campaña Bittel, la fórmula del peronismo era Luder-Bittel y había ido Felipe Deolindo Bittel a cerrar la campaña a Río Gallegos y como Néstor se demoraba, estábamos en la casa de los padres, a punto de irnos al Salesiano, que era el lugar donde nos reuníamos en las grandes concentraciones, yo me senté un instante en la vieja cocina de los Kirchner a mirar televisión y a mirar precisamente ese cierre de campaña de Raúl Alfonsín y recuerdo – como si fuera hoy- las palabras, en uno de los últimos tramos de su discurso donde convocaba no sólo a los radicales de Yrigoyen y de Alem, sino también a los peronistas de Evita, me acuerdo que dijo y también a los socialistas de Alicia Moreau de Justo y hablaba de una manera que me impresionó.
Y yo le dije a Néstor: “ay, Néstor, este tipo me hace acordar a Perón, cuando habla”. “Cállate – me dice – nena, por favor, no digas eso”. “Bueno, te digo lo que me parece, me parece eso”, le contesté. Y de ahí nos fuimos al acto en el Salesiano, vinieron las elecciones del 30 de octubre y cuando entré aquí, yo me acuerdo que me fui del partido, yo fui fiscal general en la Escuela, número 1, de Río Gallegos y estuvimos en el partido hasta muy tarde, porque no podíamos comprender, ni aceptar, ni entender lo que estaba pasando, y cuando entré acá y vi agitar las banderas radicales y en su gran mayoría mucha juventud, mucho piberío me acordé de un momento, me vino a la mente cuando veníamos con Néstor del partido, por la calle la que estaba frente al Juzgado Federal, y venían cruzando tres militantes, eran las cuatro de la mañana fácilmente.
Ya, por supuesto, habíamos sido derrotados, Raúl Alfonsín era el nuevo Presidente de los argentinos y paramos en el semáforo, en el auto, frente al Juzgado Federal, Néstor manejaba y pasan tres pibes, yo me acuerdo, uno de ellos era el chico de Lozano, que alguno de ustedes lo debe conocer, un viejo radical de mi provincia, en ese momento, era muy joven, y cuando nos ven en el auto, iban todos con la boina blanca y nos miran y nos hacen así (gesto de triunfo) con las manos.
Y yo recordé ese momento, que en ese instante no estaba tan sonriente, ni alegre, ni predispuesta, como estoy hoy – debo reconocerlo- alguna cosa le habré dicho, por lo bajo. Y retorné a ese momento, cuando yo era fiscal general del partido, ese era todo mi cargo, año 1983, tenía 33 años, fiscal general, nunca soñé… si nunca soñé llegar a Presidenta de la República les puedo asegurar que mucho menos podía haber soñado, en ese momento, estar en un espacio como este, rodeada de militantes radicales, agitando sus banderas y acompañando este proyecto nacional.
Y la verdad que esto te marca la densidad y profundidad de la historia argentina y la intensidad de la historia argentina, de lo que hemos transcurrido en estos años de democracia, de 1983 a la fecha, como decía Leopoldo, los dos partidos que signaron el enfrentamiento prácticamente, durante más de la mitad del siglo XX, las tensiones entre ambas fuerzas políticas, dentro de las propias fuerzas políticas los sectores que pugnaban y cómo vencían los sectores de un lado y de otro. Y entonces partidos nacionales, populares y democráticos; nosotros incorporamos el concepto de democracia más tarde, eso es cierto. Nos decíamos nacionales y populares y mirábamos con cierto dejo de sorna e ironía el tema de las democracias.
Yo recuerdo, también, y déjenme recordar un poco, porque mañana van a decir: “estaban nostalgiosos”. No, no estábamos nostalgiosos, después vengo por el presente y por el futuro, pero saben qué, no se puede entender el presente, y mucho menos construir el futuro, sino conociste y viviste el pasado, en este país, o si cuando pasaban las cosas que sucedían acá, considerabas que la política era algo en lo cual no había que meterse. Bueno, en definitiva, acá estamos los que consideramos toda la vida que la política… por eso de nada, por aquel que me gritó: “gracias, por la política”, los que consideramos que la política es, sigue y será siendo el instrumento más adecuado para transformar y modificar la realidad en beneficio de las grandes mayorías populares.
Y les decía que incorporamos el concepto de democracia y debía incorporar también mis jóvenes años en la Facultad, cuando surge Renovación y Cambio, que fue la corriente interna dentro de la propia Unión Cívica Radical, que llevó a Alfonsín, al triunfo en el 83. Porque la Renovación y Cambio, de mi Facultad, en el 72 fue derrotada por la fórmula Balbín- Gaumont. Nosotros también cantábamos: “Balbín-Gaumont, Tutankamón”. Ustedes también, ¿no? Pero bueno, me acuerdo de aquella Renovación y Cambio, en la Facultad de Derecho, donde habían puesto un cartel luminoso y nosotros nos reíamos mucho, porque nosotros estábamos en la revolución y aquellos poniendo carteles luminosos para un centro estudiantil.
No creíamos en las elecciones, no íbamos a elecciones en los centros de estudiantes y no era que fuéramos antidemocráticos, sino que éramos producto de nuestra propia historia, de haber sido desalojados, de haber sido masacrados desde el poder, de haber sido derrocados y destituidos también con complicidades de todos los partidos políticos, en la Argentina. Y entonces traíamos sobre nuestras mochilas las posibilidades de que el cambio únicamente podía hacerse de una determinada manera. Esta visión nos costó mucho y la pagamos con generaciones, que hoy debían tener mi edad, o un poco más y ser los dirigentes también de estos espacios.
Por eso es importante recordar la historia, no porque seamos nostalgiosos, sino simplemente para no volver a cometer los mismos errores, por eso el concepto de nacional y popular se une indisolublemente al de democracia. No somos únicamente nacionales y populares, somos nacionales, populares y democráticos. Y tal vez como nunca esa palabra: democracia haya sido valorizada como nos pasó, en estos últimos años, ante los múltiples intentos destituyentes que hubo, desconociendo el voto de la mayoría, desconociendo la voluntad popular expresada en las urnas, pero no por cualquier cosa, sino porque cuando lo nacional y lo popular se ponen en marcha, cuando comenzamos con la redistribución del ingreso, cuando comenzamos realmente no a afectar o a tocar intereses, porque en definitiva en estos últimos años no solamente han crecido los trabajadores, las clases medias, sino también aquellos que, aunque parezca mentira, nos combaten, nos critican, nos atacan, porque hemos sido nosotros los que hemos permitido nuevamente del empresariado nacional, de la industria nacional, no solamente en el campo industrial, sino también de lo financiero. Antes del año 2003 la banca era mayoritariamente extranjera; hoy podemos decir – pese a quien le pese y pese a los muchos banqueros – que la banca es nacional, después del año 2003 también.
Entonces, debo decir también que estar acá no me cuesta, porque desde muy joven conviví con mi padre radical balbinista; decía que Alfonsín era medio de izquierda, no le gusta mucho, así que imagínense lo que podía decir de nosotros, y conviví con mi madre. Pero, en realidad yo creo que esto que está sucediendo hoy, aquí, ahora, marca claramente que lejos, que muy lejos de estar en un fin de ciclo estamos entrando exactamente en el comienzo y en el corazón de un nuevo ciclo político. Si se me permite, yo creo que el verdadero fin de ciclo político, en la Argentina, porque la Argentina ha tenido muchos ciclos políticos, desde el siglo XIX signado por el enfrentamiento entre unitarios y federales, en definitiva también era el enfrentamiento entre lo nacional y lo popular y lo centralista y con visión marcadamente extranjerizante, bajo el nombre de unitarios.
Luego surgió el Yrigoyenismo como la lucha contra el régimen para lograr la expresión del voto popular y luego, durante la década de los años 50, estuvo esa tensión entre peronismo y radicalismo, pero también debemos hacernos cargos – nosotros los peronistas – que en la década de los 90, y bajo el signo de nuestro partido se llevaron a cabo las políticas neoliberales más terribles de las que se tenga memoria y de eso nos tenemos que hacer cargo también.
Creo, entonces, que… y no pasa por una cuestión de autoflagelación, que cada uno de los partidos nacionales y populares recuerde su historia, sus fracasos, sus frustraciones, sus ilusiones, sus esperanzas, al contrario ayuda a sanar, porque ayuda a darte elementos para construir algo nuevo, algo que es esto.
Yo creo que el fin de ciclo realmente se produjo, en la Argentina, en el año 2001, ese fue el verdadero fin de ciclo, en el año 2001. ¿Por qué? Y fíjense que en eso hasta la Argentina fue adelantada, porque hasta para reventar somos adelantados nosotros, reventamos antes que el resto del mundo. Hoy vemos un mundo en condiciones muy similares a las que tenía la República Argentina, en el año 2001, altísimo nivel de endeudamiento.
Ustedes hablaban, en el documento de que el desendeudamiento, el terminar con el flagelo, con esa espada que impedía el crecimiento, que era la deuda externa hoy es un problema en los mayores países del mundo, el altísimo nivel de endeudamiento, el mismo que nosotros teníamos allá por el año 2003, un 150, un 160 por ciento del PBI. Bueno, esa explosión fue en el año 2001, sería injusto creer que lo que pasó en el año 2001 fue el resultado de la explosión de dos años de gestión de un sector político, fue la acumulación de un proceso de desindustrialización, de un proceso de atacar nuestra economía, que tampoco ni siquiera empezó en los 90, que empezó – si tengo que marcar una fecha precisa – el 24 de marzo de 1976, cuando empezó la gran destrucción de la República Argentina.
Y esto impactó porque no se puede atravesar – argentinos, compatriotas – una tragedia como la que vivimos los argentinos, entre 1976 y 1983 y salir indemnes y salir alegremente a gobernar o a gestionar. No, es imposible, si pudiéramos hacer eso estaríamos para el psicólogo: la Argentina sufrió las consecuencias de lo que nos pasó en esos años, una de ellas fue instalar el miedo en la sociedad a cualquier intento de cambio, el posibilismo, el que si hacía tal cosa se venía el mundo abajo, el que no se podía decir. “no”, al Fondo Monetario Internacional, porque entonces te caía la Espada de Damocles, en la cabeza y se acababa todo gobierno.
Y fíjense qué curioso, antes de venir acá, que siempre me están dando cables permanentemente, mi gente de la Secretaría de Informaciones, y acaban de anunciar que ha sido detenido y puesto preso por lavado de dinero el ex director general del Fondo Monetario, Rodrigo Rato, y ex vicepresidente económico, del gobierno de José María Aznar, preso por lavado de dinero los que nos venían a decir a nosotros cómo teníamos que dirigir y manejar la economía, los que se atrevían a hablar de corrupción en la política argentina.
¿Miren si no hay fin de ciclo? ¿Miren si no hay fin de ese ciclo y comienzo de este? Un fin de ciclo, en el año 2001, de políticas neoliberales y de partido también, donde pujaban por apoderarse de los partidos populares para de allí dirigir y lo pudieron hacer, vaya que lo pudieron hacer. Lo consiguieron por eso que nos había pasado, por el posibilismo, para colmo a los seis años de venida la democracia se cae el Muro de Berlín, el otro gran mazazo, no porque estuviéramos de acuerdo con lo que pasaba en la Unión Soviética, sino porque era casi el certificado de defunción de las ideologías, de que habían muerto las ideologías, que venía el fin de la historia, que se instalaba el neoliberalismo y ya era imposible discutir otra cosa.
Miren todas las cosas, todos teníamos en la memoria, ustedes saben que yo nací en La Plata, todos teníamos – ahora afortunadamente no – pero durante mucho tiempo tuvieron en la memoria lo que era ser joven e involucrarse en política, te podía costar la vida, te podía costar el señalamiento permanente, el apartamiento, creó miedo en la sociedad, que todo intento de cambio, de transformación, más allá de los errores que se cometió como generación, en aquella época, que es diferente a los errores u horrores que hicieron otros, porque – en definitiva – esa generación pagó con su vida los errores y los horrores; otros se equivocaron con la vida y con el patrimonio de los demás y ellos siguen viviendo muy bien… esta es la gran diferencia.
Digo, entonces, que toda esa etapa marcó a fuego a los partidos políticos en la Argentina, por lo menos a los nacionales y populares, y entonces las políticas neoliberales del Consenso de Washington no necesitaron tener partido ni tener dirigentes, al contrario tenían la mejor fachada, la mejor máscara, la mejor cabecera de playa – si se me permite un término de ingreso – quién mejor que el peronismo, qué mejor que ese partido de historia popular, qué mejor que el partido del General Perón y de Evita llevando a cabo estas políticas.
Esto fue lo que nos pasó. Y fue lo que pasó después también: con el desprendimiento de nuestro partido, conformaron con el sector más conservador también del otro partido, lo que vino después y, finalmente, terminó viniendo el mismo hombre circular, no voy a nombrarlo, ya saben de quién estoy hablando. No voy a nombrarlo, pero es circular, es circular. Y hoy leía en el diario La Nación, en un congreso que hubo de economistas organizado por grupos de empresarios, que alguien decía que necesitábamos a este hombre más 200 más como él para organizar el próximo gobierno. Sí, estas cosas, no solamente se dicen, sino lo que es mucho peor: se piensan; sí algunos la piensan ejecutar y no se animan a decirlo porque si no, no los votaría nadie. Esta es la otra cuestión también.
Y digo que es circular porque si uno ve la historia, terminó estatizando toda la deuda privada con la dictadura; privatizó durante los 90 y luego, en el 2000, vino a recoger la plata, bajo la forma de megacanje, blindaje y otras cosas más que se habían colocado a tasas usurarias en dólares en un mundo donde el depósito en dólares de pagaba al 2 por ciento y acá se pagaba al 14, al 15, vino, lo pusieron, lo trajeron para hacer la retirada.
No es que el Fondo Monetario nos soltó la mano, es que nunca nos tuvo de la mano, siempre nos tuvo con la pata arriba de la cabeza de los argentinos. Nunca nos soltó de la mano. Y precisamente en el año 2003 y con apenas un 22 por ciento de los votos… Me acuerdo una reunión previa entre la primera vuelta, la del 27 de abril y la renuncia, de ya sabemos también quién, no importa, haber asistido a una reunión que se hizo aquí en la Argentina, me invitaron, en la casa de un importante empresario argentino, donde había venido Saramago, el Premio Nobel de Literatura junto a su esposa, y este empresario había reunido a gran parte de la intelectualidad argentina, estaba Estela Carlotto, había mucha gente, digamos, de lo que podemos denominar el progresismo argentino.
Y me acuerdo que ya corrían los rumores acerca de esa posible renuncia como una forma de deslegitimar al próximo gobierno. Porque, claro, un país en llamas, con un presidente que apenas sabían pronunciar el nombre, porque ni siquiera habían aprendido a pronunciar adecuadamente, correctamente su nombre y con el 22 por ciento de los votos, era lógico que algún escribano nos asegurara, nos augurara de alguna tribuna de doctrina, que duraríamos apenas un año en el gobierno. Claro, trae temor y nos decían qué van a hacer si renuncia, cómo van a gobernar, no van a poder gobernar.
Y me preguntaban y me interrogaban a mí, porque Néstor no había ido a esa reunión, lo habían invitado pero no había ido, él huía a esos círculos intelectuales, él decía dejame a mí, andá vos que a vos te gusta charlar, discutir, debatir, dale, anda vos. Yo te digo que a mí me encanta, eso siempre me gustó por eso te voy a debatir una cosa que dijiste ahí. Tiene razón, me conoce del Senado.
Y me acuerdo que me preguntaron qué van a hacer si renuncia, porque los van a deslegitimar, no van a poder gobernar, van a tener legalidad, pero no van a poder gobernar. Precisamente, de eso se trata. Vamos a agregarle a la legalidad de ese apenas 22 por ciento de los votos, si renuncia obviamente, le correspondía ser presidente como realmente lo fue, a esa legalidad, la vamos a llenar de legitimidad al gobernar a favor de las grandes mayorías y eso nos va a dar la fuerza.
Porque en definitiva, la fuerza de un gobierno, por supuesto, que la fortaleza la da un 54 por ciento robusto, un 50 por ciento robusto, por supuesto que es muy bueno ganar las elecciones, pero hay tenemos el ejemplo tan cercano, en el 2001 del 50 por ciento de los votos o un poco más, unas pocas décimas más, casi un 51 y al poco tiempo deslegitimado. Y la inversa, un 22 por ciento de los votos y al poco tiempo legitimado. Este ejemplo, te demuestra que, en realidad, en la Argentina, lo que importa, no ya para administrar o gestionar, palabra que es buena, es linda, pero a mí me gusta hablar de gobernar.Pero tampoco alcanza con gobernar, hay que aclarar para quién y cómo vas a gobernar.
Y yo creo que esto es el concepto de legitimidad que comenzamos a construir desde ese 25 de mayo del año 2003. Y con banderas que tal vez, muchos creían que no existían en la sociedad argentina y si vos hacías encuestas, porque en eso debo reconocerle algo a Néstor: le importaba un pito lo que dijeran las encuestas, el tipo gobernaba e iba de acuerdo a las ideas, a las convicciones y a los intereses, fundamentalmente.
Porque nuestra experiencia juvenil de militancia, nos organizó la cabeza, como dijo él, para no dejar las convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno, pero también nos organizó la cabeza para saber que teníamos que gestionar, que gobernar de acuerdo a los intereses, que eran intereses poderosos, que había que enfrentarlos y que había que construir mucha legitimidad y que se podía hacer.
Y yo creo que esta es una de las claves también de gobernar. Y esta etapa que estamos viviendo hoy en la Argentina, es una etapa que nos miran y admiran desde el mundo. Cómo hicimos para desenroscarnos del nudo de la deuda externa sin acceso al mercado de capitales. Lo hicimos porque superamos una contradicción como aquella de mercado interno o exportaciones, importaciones…No, las dos cosas. ¿Y por qué? Porque veíamos que los grandes países exportadores de la doctrina del libre comercio, exportadores de sus productos, desarrollaban fuertes mercados internos previamente a conducirse o comportarse como países o como potencias.
Y entonces necesitábamos terminar con ese falso dilema de marcado interno… los dos, exportaciones y mercado interno, terminar con el falso dilema de primero, hay que crecer para después distribuir. No, primero distribuir que cuando distribuís, después creces. Falsos dilemas, distribuir y crecer. Si la industria o el campo. Pero hasta esas cosas nos metieron en la cabeza y las recitábamos. ¿Cómo que industria o campo? Las dos cosas necesitamos. Porque para industrializar algo, primero tengo que sacarlo de la tierra, sea bajo la forma de algo orgánico, inorgánico, material, elemento, petróleo, minerales, alimentos. Primero, tengo que sacarlo de la tierra, de la nada no se construye nada.
Y ahí también advertimos que faltaba una materia pendiente en la República Argentina, que era la ciencia y la tecnología. Nosotros, que siempre tuvimos el mote de libros no o de alpargatas sí, libros no, también nos dimos el desafío de poner sobre la mesa, como uno de los pilares fundamentales de esta Argentina, la ciencia y la tecnología. Y cuando fundamos ARSAT nos votaron en contra y decían para qué queremos satélites, dijo uno que es candidato. Mirá vos, cómo que para qué queremos satélites. Después, cuando lanzamos el ARSAT I estaban todos aplaudiendo.
Porque necesitamos, además, industria, campo, ciencia y tecnología, investigación, innovación y desarrollo. Por eso repatriamos científicos; por eso volvimos a darle al CONICET toda la fuerza que tiene que tener; por eso necesitamos capacitar nuestros recursos humanos, nuestro pueblo, que es lo más que tenemos.
Escucháme: todos los que estamos sentados en esta mesa, empezando por la que habla, somos hijos de la universidad nacional pública y gratuita. La educación, otro de los pilares, que también pusimos en marcha. No ya en los grandes centros universitarios en los cuales nos recibimos, sino comenzamos también a llevar a la universidad al Conurbano, a las provincias, para aquellos que no podían… Porque, a ver, Kirchner pudo costearse o el padre pudo pagarle venir a La Plata, si no se hubiera perdido… mirá a quién se hubiera perdido si no lo hubiera podido costear y yo me lo hubiera perdido a él también.
Pero terminar con esta dicotomía también de grandes centros urbanos con el resto del país. Integrar la Argentina, el otro gran desafío. Y hay que seguir profundizando la integración de la Argentina que todavía estamos ante una Argentina muy desigual geográficamente en materia de oportunidades para sus habitantes, en acceso a los bienes culturales, a los bienes educacionales, a los bienes de la infraestructura. Falta mucho por hacer.
Ahora bien, y hablando de algo que dijo… y a este momento que estamos viviendo histórico, donde es cierto, hay un nuevo sujeto político histórico. Yo ya no me puede explicar solamente como Presidenta del peronismo, sería muy injusto.
Me votaron muchísima gente que nunca fue peronista ni lo piensa ser, además. Votó gente que viene del alfonsinismo, del radicalismo, gente que viene del viejo Partido Comunista, que fundaron nuevas agrupaciones.
Este Frente para la Victoria, el que hacía mención este documento que acaba de leer Leopoldo, no es el peronismo, es el peronismo más un montón de historias de identidades y cosas que han sucedido en el país y que se han sumado a ese Frente para la Victoria que supera, contiene al peronismo, no todos, porque hay algunos peronistas que no se identifican con el Frente para la Victoria.
Pero el otro día alguien me decía, me lo dijo el gobernador de Salta, que resultó, se puede ser kirchnerista y no ser peronista; lo que no se puede es ser peronista sin ser kirchnerista. Porque… o lo decís vos también, ¿vos también lo decís? Ah, bueno. Entonces, este espacio nuevo, que se define como nacional, popular y democrático y debe seguir definiéndose de esta manera.
Porque yo me doy cuenta, en las últimas movilizaciones populares, gente que va por primera vez a una movilización popular, que nunca habían ido a una Plaza de Mayo o a una Plaza de los Dos Congresos, con ningún partido, ni con la Unión Cívica Radical de Alfonsín ni con el peronismo, ni con nadie, inclusive con nosotros en nuestra primera gestión y que se incorporaron después ahora.
Porque claro, mucha gente desconfiaba de la política y tenía para creer, primero que ver y vieron. Y fundamentalmente, este fenómeno sociológico, se ve entre los más jóvenes, porque los más jóvenes habían sufrido muchas frustraciones, venían de experiencias que no habían sido buenas.
Cuando ustedes cantaron hoy cuando yo ingresé, que a mí me impresionó tanto esa consigna, somos la vida, somos la paz, que fue la consigna que nos mostró al alfonsinismo, no al radicalismo, y no me importa que me critiquen otros, las elecciones en el 83 las ganó el alfonsinismo, esto es así… Cuando ustedes cantaban esa consigna somos la vida, somos la paz… ahí está, somos la vida y somos la paz, somos el alfonsinismo en el proyecto nacional. Y ahí está la definición de todo este documento cuando habla de ampliar fronteras, nacional, popular y democrático.
Y yo me dirijo a todos mis compatriotas en este momento: todo aquel y olvídese si no tiene afiliación partidaria o si alguna vez firmó una ficha y después la rompió lleno de bronca por frustraciones, olvídese de todo eso, si usted es nacional porque cree que tenemos que tener políticas que se definen en la Casa Rosada, donde decide el o la que es votada mayoritariamente por el pueblo, si tenemos que tener nuestras propias políticas nacional sin subordinación a los dictados del Fondo Monetario Internacional, si no podemos hacer lo que se le ocurre a un juez en Nueva York determinando pagar 1.700 por ciento en un caso de usura internacional a los fondos buitres, si además, se cree que tenemos que tener una política de relaciones con el mundo porque el mundo ya no es unipolar, el mundo es multipolar, plural, diverso y complejo. Sobre todo muy complejo después del 2001, porque, compatriotas, hasta el 2001 en este mundo discutíamos ideas, hubo guerras por ideas, es cierto, pero a partir del 2001, entramos en un mundo más complejo, en donde ya las guerras no son por ideas, sino que es casi como el cangrejo, retrocediendo, comienzan a darse conflictos interreligiosos, raciales o étnicos.
Es un mundo muchos más complejo que, afortunadamente, no nos toca como continentes, pero en el cual muchas veces nos arrastran o nos quieren arrastrar de un bando o del otro. Y acá, sí, levantar la posición histórica de Yrigoyen y de Perón, tercera posición que es, por sobre todas las cosas… Porque, para los que no les gusta la historia y por lo tanto no la leen, yo les voy a recordar que una de las cosas que se le reprochó a Hipólito Yirigoyen, fue la neutralidad en la Primera Guerra Mundial y también, el gran reproche que tuvo Perón, fue también la neutralidad frente a la Segunda Guerra Mundial, que no es porque los argentinos seamos neutrales, porque nos gusta tomar partido en todo, pero el primer partido que tomamos, siempre es el de la Argentina. Por eso, privilegiamos, por sobre todas las cosas, en primer término, los intereses de nuestro propio país.
Nacional es, no concebir tampoco la Nación como algo abstracto, ese nacionalismo de opereta, ese nacionalismo casi fachistoide de los grupos de los años 30. No, no, nacionalismo popular, con el pueblo adentro, porque no hay Nación sin pueblo ni pueblo sin Nación. Las dos cosas fundamentales.
Entonces, si yo soy gobierno nacional, si representás los intereses de la Nación, sabé que tenés que representar los intereses del pueblo. Porque si no, no son ni nacional ni popular. Pero además tenés que hacerlo en democracia. Eso sí lo tuvieron que aprender los peronistas.
Es que, tal vez, y no es que uno quiera autojustificarse o justificarse por lo que pasó en otras etapas, tenemos que comprender también los momentos históricos que se vivieron cuando surgió nuestra fuerza política, con una gran contra, con un gran ataque externo, como tuvieron todos los gobiernos populares de la región históricamente hasta ser derrocados, nos tuvo que pasar la larga noche de la dictadura para entender que entonces la democracia sí era fundamental y que no podía florecer ningún proyecto nacional y popular, si además no lo hacíamos en democracia.
Y además comprendimos también, una vez en democracia, que no alcanzaba con la democracia en la Argentina; necesitábamos que lo nacional, lo popular y lo democrático, se reafirmara en cada uno de los países vecinos, con sus modalidades, con sus matices, para que la integración latinoamericana, de la que también habían hablado Yrigoyen y Perón, mirá vos que adelantados a la época, la necesidad de unir fuerzas, como fue en el MERCOSUR, como fue en la UNASUR, como es en la CELAC, donde pudimos ver hace pocos días, la semana pasada, a Cuba de vuelta sentada entre todos los países de América.
Y eso fue un logro, primero, de la Cuba de Fidel, sí, señor; después, del empecinamiento de los países de la UNASUR y de la CELAC para decir que no había nueva Cumbre de las Américas si Cuba no estaba presente. También, reconocer en definitiva, por qué no, como lo hice al actual presidente que tuvo el gesto de, ¿saben qué?, de aceptar la realidad y de reconocer que ahí estaba Cuba, después de 60 años de bloqueo, y toda Latinoamérica rodeándola para que pudiera estar. Eso también es parte de la historia reciente.
Cuando nos dicen o quieren decirnos que vienen con proyectos para integrarnos al mundo, ¿a nosotros para integrarnos al mundo? Nunca estuvimos tan integrados como ahora, jamás, ni regionalmente ni globalmente. ¿Cuándo estuvimos, si miramos este mapa global, multipolar, con los gigantes surgidos en el Sureste Asiático, con China, con la Federación Rusa después de la caída estrepitosa de la Unión Soviética? ¿Cuándo estuvimos tan integrados en el mundo como hoy, con las relaciones que estamos llevando a cabo? Y tenemos que profundizar en este camino.
Y aquí quiero retomar lo que decía el documento, porque es una construcción colectiva, también creo profundamente en las construcciones colectivas y no auto referenciales, estoy harta de los políticos autoreferenciales, que no son capaces de reconocer los logros que se hacen y entonces mantienen divisiones que son absolutamente artificiales de estilo, de forma. No me refiero a las otras divisiones, a los que sí tienen claro lo que quieren y por eso no están acá. A esa que vos llamaste de renovada y que yo no les doy el hándicap de renovada, yo los conozco hace mucho tiempo por lo menos, hace mucho tiempo, no se dedicaban a la política tal vez hace tiempo, pero los conozco porque se desarrollaban en el campo empresario, ahora han decidido venir a la política porque la quieren atendida por sus propios dueños, pero…el país atendido por sus propios dueños.
Pero los que creemos que el país no tiene dueños y que es de los 40 millones de argentinos, reivindicamos el encuentro, la cultura del encuentro entre los nacionales, los populares y los democráticos. No se le pide ficha de afiliación a nadie, no queremos que se afilien a ningún partido, ya no hay necesidad de que la gente venga porque esté identificada en un partido. Al contrario, hoy vemos miles, cientos de miles que se acercan, no porque están afiliados a un partido, sino porque están de acuerdo con una forma de entender y de llevar al país. Que no significa estar de acuerdo con el 100 por ciento de todo lo que un gobierno hace. Esto es como que vos estés de acuerdo el 100 por ciento con tu pareja o con todo lo que pasa en tu familia, es imposible. Es imposible estar de acuerdo con el 100 por ciento con todo lo que se hace.
Pero hay que saber separar lo importante y fundamental de las cosas que son superficiales, que muchas veces molestan por estilo, por formas pero que no hacen al fondo de la cuestión. El fondo de la cuestión es si vos crees que somos y podemos ser un país que decide soberanamente sus políticas económicas, sus relaciones internacionales, que además lleva adelante políticas de inclusión social como nunca se llevaron adelante en la historia de nuestro país. Porque además, tenemos que agregarle que somos naciones, populares y democráticos y si algo distingue ser nacional, popular y democrático, es incluir cada vez más cantidad de argentinos, no a un partido, no a un grupo político, sino a los bienes culturales, sociales y económicos que cada argentino tiene derecho por el solo hecho de haber nacido en su tierra, al trabajo, a la educación, a la salud, a la cultura.
Esto es lo que define hoy la pertenecía a un proyecto nacional y popular, el concebirse como parte del todo, el concebirse como latinoamericano, el atreverse a decirle que no a los que te pisaron la cabeza toda la vida, el admitir que te podés equivocar y sabés que tenés que rectificar y corregir y que los que tienen que venir después de vos, tienen que ser mejores que vos, porque van a corregir las cosas en las que te equivocaste, porque van a lograr las cosas que te faltaron y porque, por sobre todas las cosas, van a honrar la historia.
Sí, esa historia que algunos no quieren recordar porque no les conviene que se recuerde la historia, porque no estaban de licencia, estaban del lado de los que saquearon, del lado de los que mataron, del lado de los que secuestraron, del lado de los que desaparecieron. Nosotros nunca estuvimos de ese lado, estuvimos siempre del lado de los que lucharon por la libertad, de los que lucharon por la economía social, de los que lucharon por el trabajo para todos, de los que lucharon por los sindicatos, de los que lucharon por las universidades, los científicos, en definitiva, del lado de los argentinos.
Eso es lo que define la pertenencia a este lugar, no el color, no la ficha partidaria, el corazón y la cabeza puestos en un solo lugar: la Argentina. Muchas gracias por haberme escuchado, muchas gracias por haberme permitido participar como una militante más junto a ustedes, no soy la Presidenta hoy, soy una de ustedes, una más, eso es un proyecto colectivo.
Gracias, muchas gracias.
Necesitamos que los distintos dirigentes responsables de las organizaciones, también organicen cursos de formación sobre política internacional, sobre historia internacional.
Ustedes se dieron cuenta que prácticamente, salvo cuestiones catastróficas o muy evidentes, parece como que la Argentina fuera un planeta solo en el mundo, que no existiera el resto, porque no hay una sola noticia internacional de nada, de las económicas ni hablemos.
Tenemos que prepararnos, tenemos que saber, porque al que no estudia, al que no sabe lo que pasa y cómo se fueron produciendo los acontecimientos, lo llevan de la nariz. Sobre todo, en un mundo, donde los medios de comunicación y, fundamentalmente también, las redes sociales han adquirido una gran importancia, el problema es la selectividad de la información.