Las instituciones dominantes de autoridad en Occidente, durante décadas, implacablemente y con total indiferencia han pisoteado el bienestar económico y la seguridad social de cientos de millones de personas.
La persecución de Cristina Kirchner no es un dato más de la escena política, es su centro excluyente. La coalición mediático-político-judicial que reclama su prisión no está guiada principalmente por ningún odio personal; claramente se entiende que es una estrategia política.