Obama perdió amigos e influencia en los BRICS
El verdadero giro del presidente no es hacia Asia, sino hacia EE.UU., motivado por el sentimiento doméstico
por Edward Luce
Cuando Barack Obama tomó posesión, les prometió a las potencias emergentes del mundo una nueva obertura. Hoy, cada uno de los BRICS – Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica – está reñido con EE.UU., o incluso peor. El mes pasado, cuatro de los cinco se abstuvieron en el voto de la ONU que condenaba la anexión rusa de Crimea. El próximo mes, India probablemente elegirá a su nuevo líder, Narendra Modi, quien dice que «su único interés en visitar EE.UU. es asistir a la ONU en Nueva York». Siendo la democracia más grande del mundo, y el aliado más natural de EEUU dentro de las potencias emergentes, India es una veleta problemática. ¿Pero cómo fue posible que Obama riñera con los BRICS?
En cierto modo, fue inevitable. A principios de su período presidencial, Obama señaló la necesidad de un «reinicio» de las relaciones estadounidenses con Rusia. Su obertura fue cálidamente recibida por Dmitry Medvedev, en aquel momento presidente ruso, quien era considerablemente menos anti-occidental que su predecesor, Vladimir Putin. Desafortunadamente para el Sr. Obama, Ucrania, Pussy Riot y muchos más, el Sr. Putin volvió a ocupar la presidencia. Es difícil culpar a EEUU por esto. Desde entonces, las cosas han ido de mal en peor.
La trayectoria de las relaciones estadounidenses con China también ha ido por mal camino. Durante su primer año en la presidencia, el Sr. Obama hizo su tan festejada visita «G2» a China, en la cual le ofreció a Beijing una asociación mundial para resolver los mayores problemas del mundo, desde el clima hasta los desequilibrios financieros. Pobre de él, los chinos no se sentían preparados para resolver a escala mundial los mismos problemas con los que aún luchaban en casa. El Sr. Obama fue groseramente desdeñado por sus anfitriones.
El año siguiente, el Sr. Obama sustituyó su seductora ofensiva G2 con un retórico «giro hacia Asia». Washington se lo presentó a la emergente región Asia Pacífico como un ya muy necesario rebalanceo, pero Beijing lo tomó – y con algo de razón – como un apenas velado intento estadounidense de apuntalar sus alianzas militares con los vecinos de China.
Esta semana el Sr. Obama visitará Japón, Corea del Sur, Filipinas y Malasia – de los cuales los tres primeros son aliados de tratados de EE.UU. Es su primera visita a Asia en dos años. China no está en el itinerario. Mientras tanto, la retórica anti-estadounidense que sale de Beijing es la más dura en años.
El problema con Brasil es más específico. El Sr. Obama hizo un gran intento en 2009 para cortejar a los principales países de América Latina – incluso asistió a la cumbre de la Organización de Estados Americanos en Trinidad. Pero las relaciones con Brasil cayeron en picada después de las revelaciones de Edward Snowden acerca de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, canceló una visita de Estado a Washington en octubre pasado en protesta contra el espionaje estadounidense. Tampoco ayudó que el Sr. Obama les prometiera solamente a los estadounidenses – pero no al resto del mundo – que la NSA no los estaba vigilando. Las relaciones EEUU-Brasil están congeladas por el momento.
Lo mismo sucede con India – nuevamente, muy lejos del cálido inicio del Sr. Obama con Manmohan Singh, el saliente primer ministro de India. El Sr. Singh, a quien el Sr. Obama describió una vez como su «gurú», fue convidado a la primera cena de Estado del Sr. Obama en la Casa Blanca en 2009. Esa buena voluntad ya se evaporó. El mes pasado, Nancy Powell, la embajadora estadounidense en India, renunció, después de haber sido tratada prácticamente como «persona non grata» en Nueva Delhi desde que ocupó el cargo. Aún está por ver cuál será el efecto Modi. Obviamente se necesitaría arreglar la situación de que aún se le niega la visa para visitar EEUU – como consecuencia del espantoso pogromo anti-musulmán de 2002.
Entre los BRICS, solamente Sudáfrica tiene lo que podría considerarse como relaciones normales con EEUU. Pero ni siquiera ésas son muy estrechas. Si Sudáfrica hubiera cortejado a EEUU la mitad del tiempo que pasó ejerciendo presión para unirse al club de los BRICS (y de paso añadirle la S al acrónimo), las cosas serían distintas. Nadie siquiera pestañeó cuando se unió a los demás al resistirse a censurar a Rusia por Crimea.
Cada una de estas relaciones deterioradas tiene una narrativa específica. Pero existen dos temas mayores que las unen. En primer lugar, el mundo se está ajustando a un menguante poder estadounidense. EE.UU. sigue teniendo por mucho el mayor poder militar. Pero disminuye un poco cada año. El presupuesto chino para la defensa continúa creciendo en cifras dobles mientras que el de EE.UU. cae en términos reales. EE.UU. cometió un serio error de cálculo al invadir Irak en 2003.
El último presupuesto para la defensa del Sr. Obama descartaría otra invasión tipo Irak. Por supuesto, eso es bueno. Pero otros observadores, incluso aquellos que comienzan a resistirse al poder estadounidense alrededor del mundo, están ajustando sus comportamientos. Observan que EE.UU. es cada vez más reticente con respecto a ser una fuerza global – excepto a través de un control remoto. Mientras tanto, las tasas de crecimiento económico de los BRICS se están desacelerando. Pero aún están creciendo más rápidamente que EE.UU., y probablemente así continuará. El centro de gravedad económico continuará moviéndose hacia ellos.
En segundo lugar, el público estadounidense se está cansando de las responsabilidades globales de su país.
El verdadero giro del Sr. Obama no es hacia Asia, sino hacia EE.UU. Al hacer esto, solamente está prestando atención al sentimiento doméstico. Y sin embargo, su giro hacia casa tampoco va muy bien. Según observó recientemente Lawrence Summers, antiguo Secretario del Tesoro estadounidense, EE.UU. tiene dos partidos, uno de ellos, los Demócratas, se rehúsa a apoyar cualquier tipo de trato comercial; el otro partido, los Republicanos, parece detestar todas las instituciones internacionales. Ninguno de los dos partidos escucha lo que el Sr. Obama desea. Si se le presta atención a los índices de audiencia televisivos, el público estadounidense hace mucho dejó de escuchar lo que él dice.
Por lo tanto, no es sorpresa que los BRICS se estén acostumbrando a hablar entre ellos.