Caracas. Sábado por la mañana. El día está nublado. Amanecimos de bala, diría Nicolás. Estoy por ir al Cuartel de la Montaña. Cuando llegue Leisbeth, la edecana, salimos.
Ayer, cuando terminó el acto de jura, el médico me recomendó, por mi disfonía, no ir al desfile.
Tuve que esperar que salieran todas las delegaciones y funcionarios que iban al acto.
Leisbeth, me quiso llevar a un salón especial, pero yo preferí ir a un baño. Why?
Porque ahi no tenés que hablar con nadie con quien no quieras hablar. Y de paso descansas. Había silla y también una chica de maestranza.
Bueno, creía que era una chica. Alta, delgada, bonita. También estaba Alicia Castro. Eramos todas mujeres. Obvio, si estabamos en el baño. Pero bueno, lo aclaro igual. Uno nunca sabe. A Rosaura, así se llama la chica, le pregunto como al pasar: Cuántos años tenés? Me contesta: “48 años”. What? Parece de veintipico! Alicia le pregunta que tratamiento hace. “Ninguno” contesta. Y yo agrego: “Genética pura”. Nos cuenta que sus hermanas son iguales.
Nos distendemos. Leisbeth me muestra dos fotos de su nietita Sofía Victoria. Típica charla de mujeres en un baño. Una es la nena con su mamá, y en la otra le pusieron los bigotes de Maduro durante la campaña. Ternura infinita.
De repente por los parlantes se escucha el himno nacional venezolano cantado a capella por la voz inconfundible de Hugo con el pueblo de coro. Rosaura, la chica de maestranza, se pone a llorar desconsoladamente. Leisbeth también. Siento un nudo en el estómago y los ojos llenos de lágrimas.
No te dije? Todo aquí, es muy fuerte. Salimos para el hotel. La edecana se compromete a conseguirme los cd’s de Hugo cantando.
Me dice que no se pueden conseguir en los negocios porque los hace el Pueblo. Ok, me rindo.
Cristina.