de Axel Kicillof, ex Ministro de Economía.
La conferencia de prensa de ayer del Ministro de Hacienda y Finanzas duró poco más de 1 hora pero pese a su generosa extensión, la mayoría de quienes la escucharon aun se están preguntando qué quiso decir. Es que Prat Gay concretó una magistral aplicación de la famosa advertencia: “cuando a un economista no se le entiende lo que dice es porque te está mintiendo”.
En concreto, el anuncio tuvo tres partes. El resto consistió en los mismos intentos desesperados del macrismo de echarle la culpa a la “pesada herencia”, como cada vez que toma una medida impopular. En un mes este recurso ya se desgastó porque todas las medidas que han tomado son profundamente antipopulares y fundadas en sus convicciones, no en la situación del país. Analicemos primero los anuncios para luego refutar uno por uno los argumentos “técnicos” de la supuesta “pesada herencia”.
Un ministro, tres anuncios, tres mentiras.
El primer punto de Prat Gay fue confirmar que, tal como amenazó Macri tantas veces, el gobierno del PRO con su cuadrilla de funcionarios provenientes de la banca privada extranjera, está dispuesto a pagarles cuanto antes y en cualquier término a los fondos buitre.
En pocas palabras, Prat Gay anunció que el gobierno de Macri viene a endeudar nuevamente a la Argentina con los grandes bancos internacionales y, aunque todavía no lo digan, probablemente también con el Fondo Monetario Internacional. La diferencia con otras etapas es que este endeudamiento ni siquiera va a justificarse en necesidades de los argentinos, sino que van endeudar al país para pagarle a los buitres lo que piden. En su intento de justificar este vergonzoso retroceso Prat Gay ensayó dos excusas infantiles. Primero, que enfrentar a los buitres y no pagarles tuvo “muchos costos”. Por eso, aunque tengamos que endeudarnos en 10.000 millones para cumplir la escandalosa sentencia del Juez Griesa (para el PRO un hombre sabio y respetable), peor sería no pagar. La segunda excusa es que la negociación con el Club de París fue mala, falacia que vienen repitiendo para marcar que el gobierno anterior negocia peor que ellos. No hay que olvidar que no fue solo el gobierno de Cristina el que dijo no a la extorsión sino que, en la ONU, 136 países apoyaron la posición de argentina contra los fondos buitre; ahora Macri quiere tirar todo eso por la borda para cumplir sus compromisos con la banca extranjera.
El segundo punto es que el PRO se dispone a realizar un fuerte ajuste del gasto público. Todavía no ha explicado los métodos ni las partidas que pretenden recortar, aunque de momento se ha visto que el ajuste va a incluir un tarifazo en luz, gas y agua y despidos masivos en el Estado. La excusa es, nuevamente, la “pesada herencia”. Por eso, los aumentos de tarifas que van a embolsar las empresas privadas de servicios públicos obedecen al “atraso” que generó el gobierno anterior.
Los despidos se fundamentan en una curiosa teoría: si un trabajador del Estado es joven y tiene actividad política entonces es ñoqui. ¿Qué hubieran dicho Clarín o La Nación si el gobierno de Cristina revisaba el Facebook o el twitter de los trabajadores para echarlos si encontraban alguna expresión crítica al gobierno? “¡Persecución, nazismo, fascismo!” hubieran bramado. ¿Cuántos jóvenes trabajadores del gobierno de la Ciudad de Buenos deberían ser echados por apoyar al PRO? El hecho es que no evaluaron las tareas de nadie sino que echan a las personas por lo que piensan. Pero lo peor es que, para la concepción del Estado que tiene el macrismo, probablemente sobren miles y miles de empleados públicos ya que toda norma, control o regulación es para ellos una molestia a los privados que debe ser removida. Prat Gay dijo que quieren dejar de “reprimir la economía” con exigencias a las empresas privadas. Claro, a los únicos que piensan reprimir es a los trabajadores, como ya demostraron con esas espaldas repletas de heridas producidas por balas de goma de los municipales de La Plata y los obreros de Cresta Roja. Toda una advertencia.
El último anuncio apunta a poner un límite a los acuerdos salariales de 2016. En su ensalada de números, Prat Gay dejó ver que según sus estimaciones la inflación será de 20 a 25%, así que los salarios no deberán subir más que eso. Se olvidó de algo. Durante todo 2015 la inflación venía bajando mes a mes, según las consultoras privadas y las estadísticas públicas. Esa trayectoria cambió cuando Macri anunció en campaña, y después puso en práctica ni bien asumió, la devaluación más formidable desde la de la crisis de 2001, de cerca de un 40%. Como todo el mundo sabe, las devaluaciones se trasladan a los precios, por eso desde que asumió el nuevo Gobierno, según las propias consultoras privadas y macristas, la inflación mensual se disparó a 6% (cuando ellos mismos medían entre 1,5% y 2% por mes). La cifra oficial no se conoce porque por primera vez en la historia, y con la excusa de la “pesada herencia”, se dejaron de medir los precios desde el INDEC. En pocas palabras, la devaluación de Macri se tradujo en una inflación que probablemente, entre noviembre y enero, ronde ya más de 12%. Si a esto le sumamos lo que crecerán los precios en lo que resta del año, se ve claramente que pretenden ajustar los salarios poniendo tope a las paritarias.
En síntesis. Primero devaluaron abruptamente, bajaron las retenciones, empezaron a abrir la economía a las importaciones y subieron la tasa de interés encareciendo el crédito. El resultado de estas medidas es, como siempre ha sido, la inflación y la recesión económica. Lo que anunció ahora Prat Gay son los puntos que faltan para completar el clásico paquete de ajuste ortodoxo recomendado por el Fondo Monetario Internacional para todos los países en todas las circunstancias: endeudamiento, ajuste del gasto público y reducción de salarios. El modelo que aplica Macri genera inevitablemente pérdida del poder adquisitivo, recesión y desocupación. Los números cierran con la gente afuera. Y para poder aplicarlo, como muestra la dolorosa experiencia histórica, hay que limitar las demandas de los trabajadores, a cualquier costo, incluso con represión.
Algunos comentarios adicionales sobre las excusas del Ministro Prat Gay.
1. Inventando un “descontrolado déficit” fiscal. Prat Gay sostuvo que el déficit del año 2015 es de 2,3% del PIB. Es verdad, si se aplica la metodología y los criterios que se aplican en todos los países del mundo y que recomienda el propio FMI el déficit es ése. Pero resulta que durante toda la campaña, el macrismo y sus medios de comunicación agitaron que el déficit era de 7% del PBI. En su conferencia de prensa, el Ministro de Hacienda empezó a hacer “contabilidad creativa”, inventando partidas, sumas y restas para llegar a ese 7% con el que mintieron durante meses. Para eso, violó todos los manuales metodológicos del mundo. Sumó a los gastos la “deuda flotante” de este año sin restar lo que se pagó por el mismo concepto. Un verdadero papelón metodológico. Luego restó de los ingresos las utilidades que según la Carta Orgánica el Banco Central le gira al Tesoro. Son cosas muy técnicas, pero básicamente truchas para construir su número de oro. Por último, sumó también al déficit “heredado” las promesas de campaña de Macri: la reducción de retenciones, la reducción de impuesto a las ganancias a los altos ingresos y otras medidas que ya aplicó. Un mamarracho. Todo este trabalenguas de números sin sentido tienen un solo objetivo: justificar el ajuste del gasto que Macri pensaba hacer de cualquier modo
2. El supuesto costo de no pagar a los buitres. A lo largo y a lo ancho del planeta se sabe que los gobiernos neoliberales –del mismo signo que Macri- llevaron a Argentina en 2001 al default más grande de la historia. Y que Néstor y Cristina Kichner solucionaron el problema desendeudando al país como nunca antes. Se le pagó toda la deuda al FMI para que no condicionara la política económica y se negoció fuertemente con los acreedores, llegando a un acuerdo con 93%. El escándalo jurídico y financiero del Juez Griesa y la justicia norteamericana es que le dio la razón a un 1% de los acreedores, los fondos buitre. Ese juicio “del siglo” terminó en julio de 2014. El gobierno de Cristina, simplemente, denunció este escándalo en lugar de arrodillarse ante los acreedores como pretende hacer Macri.
3. Otra falacia: el Club de Paris estuvo mal negociado. La deuda objeto de negociación con el Club de París que fue declarada en cesación de pagos en 2001, fue contraída por los sucesivos gobiernos desde el año 1956 y, fue objeto de numerosas renegociaciones en los años 1962, 1965, 1985 (denominada Ronda I), 1987 (Ronda II), 1989 (Ronda III), 1991 (Ronda IV) y 1992 (Ronda V). El acuerdo vino a regularizar obligaciones contraídas durante más de 20 años, y cuyos servicios dejaron de cumplirse en el año 2001. En los 60 años de historia del Club de París no existe la posibilidad de obtener una quita en el monto adeudado (incluyendo intereses contractuales, tanto regulares como punitorios) salvo para los países de bajo ingreso per cápita (menos de 755 dólares) y con niveles de endeudamiento insostenible. Argentina no cumple ninguna de las dos condiciones. De la misma forma, todas las negociaciones en sus 60 años de historia, exceptuando la que concluyó la Argentina, se realizan en el marco de un acuerdo previo con el FMI. Nunca antes se había acordado el pago en un plazo de 5 años extensibles a 7 sin contar con un programa del FMI como marco del acuerdo. Si la Argentina no hubiera alcanzado este favorable acuerdo el pago debería haberse realizado al contado. Por eso, los especialistas y la prensa opositora se encargaron de decir que llegar a un acuerdo sin el FMI era imposible. Además, en el acuerdo alcanzado, se reduce el costo financiero ya que la última tasa de actualización promedio se ubicaba en torno al 6,8% mientras que el acuerdo alcanzado implica un costo de la refinanciación entre el 3% y el 4,45%, dependiendo de la dinámica de los pagos.
Lo que Macri y Prat Gay no se animan a decir sobre su visión de la economía.
¿Por qué tantas volteretas discursivas, números incomprensibles y alusiones a la “pesada herencia”? Simplemente, porque Macri y sus economistas no se animan a decir lo que piensan y qué orientación le quieren dar a la economía argentina. Durante el gobierno de Cristina, cada anuncio que se hacía incluía una explicación sobre las razones profundas que lo motivaban: la defensa de la demanda agregada, del mercado interno, del alto poder adquisitivo de los ingresos, de la reindustrialización argentina.
Macri y su “equipo” creen en otras cosas: en un Estado mínimo que no interfiera con los intereses de los sectores concentrados. Creen que Argentina tiene que volver a endeudarse en la bicicleta financiera internacional. Que argentina tiene que volver a las “respetables” recetas del FMI. Que la industria argentina es inevitablemente ineficiente. Que los salarios son demasiado altos y que el desempleo “óptimo” para que las demandas de los trabajadores no sean excesivas es de dos dígitos. Que hay que bajar los impuestos a los que más tienen para que “inviertan”, porque la oferta es la que impulsa la producción y no la demanda.
En lugar de poner sobre blanco y negro sus verdaderas ideas y/o intereses tienen que inventarse una crisis que todos los argentinos saben que no existe. Tienen que interrumpir las estadísticas por meses para tapar los efectos de la devaluación que hicieron.
La famosa “pesada herencia” para ellos entonces es que Cristina entregó un país con un desempleo de 5,4%, con 3 millones de nuevos jubilados, con una industria nacional en proceso de consolidación después décadas de derrumbe neoliberal, con una economía desendeuda después del descalabro del sobre endeudamiento y el default. En fin, a Macri y sus muchachos les cabe el viejo dicho: “no aclaren, que oscurece”.