diciembre 17, 2004
Cumbre del Mercosur en Ouro Preto
La integración regional debe favorecer el desarrollo económico, social y político de cada uno de los estados miembros y proveer bienestar a nuestros pueblos, ayudando a disminuir las desigualdades y terminar con la exclusión.

 

Discurso de Néstor Kirchner en la Cumbre del Mercosur en Ouro Preto, 17 de diciembre de 2004.

Señor presidente de la República Federativa de Brasil; señores presidentes; señores vicepresidentes; señor presidente de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur; distinguidas delegaciones; señoras y señores: en primer lugar quiero agradecer la hospitalidad que el pueblo y el Gobierno de la República Federativa del Brasil nos prodigan cada vez que a estas tierras llegamos, no lo decimos por simple compromiso protocolar.

Es para nosotros importante aprovechar esta reunión para expresar en voz alta algunas reflexiones que entendemos necesarias para la evaluación de la marcha del Mercosur, sus perspectivas de futuro y las medidas prácticas que a nuestro juicio deben adoptarse para garantizar el mejor cumplimiento de sus objetivos.

La República Argentina se esfuerza por consolidar un proyecto nacional de crecimiento sustentable, empleo y producción, con inclusión, justicia social y equidad. La actividad económica ha crecido a un ritmo anual del 8,7 por ciento en el 2003, y suponemos que superará el 8 por ciento en este año. Hemos concretado importantes avances en cuanto a disminución de la indigencia, disminución de la pobreza, crecimiento del empleo y por ende disminución de los índices de desocupación. Esto en un marco de baja inflación, incremento de la recaudación fiscal, importante superávit, política monetaria prudente y previsible, crecimiento de las reservas y mejora del mercado interno en cuanto a consumo e inversión; con una acción importante en el desarrollo social que busca promover la cultura del trabajo, y una fuerte inversión pública en infraestructura.

Nos disponemos a iniciar la última fase del proceso de salida del default encarando la reestructuración de la gigantesca deuda externa, y pretendemos dar forma a un proceso de desendeudamiento estructural, desintervención y autonomía que garantice la solidez en el mediano y largo plazo del país que estamos reconstruyendo.

Queremos integrarnos al mundo de una manera inteligente y para ello debemos lograr evidentemente la suficiente sustentabilidad interna. Nuestra prioridad se ubica en la construcción de una América Latina estable, próspera y unida, con base en los ideales de democracia y justicia social, disminuyendo drásticamente las brechas entre ricos y pobres.

El Mercosur y la integración latinoamericana deben ser parte de un verdadero proyecto político regional. Para nosotros, en ese marco, el fortalecimiento del Mercosur constituye un paso estratégico, pues su profundización hacia otros aspectos institucionales que deben acompañar a la integración económica y ampliarse buscando nuevos miembros, ayudará a una mejor presencia en el marco internacional actual fortaleciendo nuestras posturas.

La integración regional debe favorecer el desarrollo económico, social y político de cada uno de los estados miembros y proveer bienestar a nuestros pueblos, ayudando a disminuir las desigualdades y terminar con la exclusión.

Los países que integramos el Mercosur y los estados asociados hemos expresado la firme voluntad de dar a la integración en este espacio el carácter de una verdadera y sustancial política de estado. En la práctica, como importantes activos acumulados de este proceso de integración regional, podemos contabilizar su innegable contribución a la consolidación de un ambiente de paz y democracia en el continente, el establecimiento de vínculos económicos más estrechos entre los países de la región y sus empresarios, y una presencia internacional más activa que no hubiera podido lograrse por cada país en forma aislada.

Es valorable que en el plano del funcionamiento del sistema financiero internacional hayamos comenzado a jugar un papel común que exigirá mayores grados de consulta y coordinación, haciendo valer posturas conjuntas como región en los organismos multilarerales, sin ignorar las situaciones de cada país.

También entre las acciones positivas debe ubicarse el papel de algunos de los miembros del Mercosur dentro del Grupo de los 20, que ha permitido jugar un rol activo y relevante en las relaciones comerciales de la ronda de Doha. Esa posición debe ser afianzada en conjunto con los países en desarrollo de diversas áreas del mundo, pues no habrá libre comercio sin agricultura y si los agro-negocios no son plenamente integrados en el proceso de liberación comercial.

Debemos sumar también al activo que en la ronda de negociaciones sur-sur Argentina y Brasil hayan tenido el papel de impulsores, eso ha sido importante.

El mundo en desarrollo está integrándose y abriendo sus economías, el marco legal que asegura el sistema generalizado de preferencia entre países en desarrollo nos ofrece una gran oportunidad de expansión comercial.

El Mercosur además está adquiriendo una creciente dimensión política y social, es importante nuestro avance en áreas como la promoción y defensa de los derechos humanos, la promoción de los derechos de la mujeres, el desarrollo social, la educación, la cultura, la justicia, la seguridad pública, la migración, el combate contra la droga y el terrorismo.

Sin embargo es justo que señalemos algunas dificultades que han ido apareciendo y que es importante abordar con propósito constructivo. Primero, el nivel de compromiso que se manifiesta por los presidentes en cada cumbre no se condice con los avances posteriores entre reunión y reunión. Las decisiones presidenciales no se reflejan en las mesas de negociaciones posteriores, donde parecen primar los problemas coyunturales locales por sobre la perspectiva estratégica regional. Segundo, queda la impresión de que el Mercosur, que ha tenido los resultados positivos que todos reconocemos, se ubica todavía muy por debajo del potencial que como región tenemos. El campo de las posibilidades que se le abren a nuestra asociación es inmenso, mientras las concreciones alcanzan a un porcentaje aún modesto de realizaciones. Por último, es preciso que estemos preparados para actuar conforme a las dificultades que cada etapa del desarrollo del Mercosur presenta. En el punto es necesario distinguir la etapa inicial, más valiosa y a la vez más simple, signada por la rebaja automática de aranceles, de la etapa actual en la que muchos advierten un cierto letargo y que evidentemente enfrenta muchas más dificultades. Es como si se hubiera dejado librada sólo al mercado la posible integración, relegando la labor proactiva que los Estados deben asumir para producir efectos económicos concretos.

Ahora tenemos que avanzar en políticas productivas e industriales comunes, que aseguren el compromiso inicial del proyecto, que era el desarrollo intraindustrial, el del equilibrio de los procesos de inversión, el de los avances tecnológicos conjuntos. La manera de encauzar ese avance que proponemos está en el cumplimiento pleno del Tratado de Asunción que ofrece el marco adecuado para alcanzar estos propósitos. Hay que rescatar el Tratado de Asunción de entre los papeles del archivo y ponerlo en plena vigencia. No servirá avanzar en otras cuestiones institucionales si la base misma del Acuerdo no es revalorizada como se debe.

Debemos tener absolutamente claro que lo importante son los objetivos, no los instrumentos. Los instrumentos pueden y deben ser corregidos cuando existen y son insuficientes o ineficaces, y deben ser creados allí donde no existen, para concretar precisamente esos objetivos.

El Mercosur es nuestro bloque de pertenencia regional, pero los beneficios no pueden tener una sola dirección. El Mercosur tiene que constituirse también en un bloque de asistencia recíproca para el desarrollo equilibrado y el mejor desempeño de nuestros sectores productivos, sin ignorar las asimetrías existentes ni perjudicar a los sectores internos de nuestros países, pues ello afectaría a la propia integración.

Como se advierte en lo que apuntamos, se trata de los problemas lógicos de la profundización de nuestra alianza regional. Todo indica que una vez que solucionemos los actuales temas y avancemos en la dirección correcta hacia mayores grados de integración, aparecerán nuevos problemas que deberemos también solucionar. Lo importante es que podamos hablar de estos temas y no demoremos en avanzar hacia los objetivos comunes, generando mecanismos que atenúen las asimetrías y favorezcan una relación equilibrada entre los miembros del bloque.

Es un tiempo propicio para ajustar la realidad actual del Mercosur a su idea original, la alternativa no puede ser dejar que las cosas ocurran, como si marcháramos a la deriva y a la espera de mejores vientos. Saber a qué puerto vamos es lo importante, ya que la mejor integración está al alcance de los hechos que podamos producir. Por otra parte, ninguno de nuestros países es por sí mismo ni tan grande ni tan fuerte como para prescindir del destino regional ante los fuertes vientos que caracterizan a la globalización. Un mejor Mercosur nos espera, pongamos manos a la obra. Muchísimas gracias.

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